miércoles, 7 de agosto de 2013

Quién lo diría.

Estás aquí y
susurras algo en mi oído,
despacio, casi sin aliento,
 moviendo lentamente los labios
marcando cada letra para hacerme cosquillas. 

El imperceptible temblor de tu sonrisa
amenaza con romper el tiempo,
ese que me empeño tanto en parar
mientras grabo cada pausa, cada silencio.

Siento tu abrazo acoplado a mi pecho
el llenarse de tus pulmones
jugando con el latir de mi cuerpo.

Tu dedo,
empañado en registrar cada uno de mis defectos
mientras mis piernas firmes
rodean empequeñeciendo la distancia
entre esa cintura y yo.

Tu olor,
impregnando cada uno de mis poros
embriagando los sueños venideros
entregándome a la perdición de tu ausencia.

Mis palabras,
mis emociones, mis sentimientos
expulsadas sin orden, desde dentro
aprovechando antes de que me hagas enmudecer.

Después, cuando no estás,
no dejar que las heridas cicatricen,
en mi boca,
por eso de morderlas y sentir
que eres tú quien lo hace.

Deseosa de tus idas y venidas,
haciéndome cosquillas en los pies
cuando no me doy cuenta.
Mientras intento apartar las mariposas
que adueñadas de mis entrañas
no dejan de revolotear por ahí.
Cuando quieren.

Y es que, quién lo diría,
                                                            estoy enamorada.