jueves, 30 de enero de 2014

Mariposas traicioneras.

Me miras, sonriente, jugueteando con el paraguas entre tus dedos
con esa mirada de intentar adivinar mis pensamientos
mientras una pequeña brisa juguetea entre nosotros
revoloteando con algún mechón de mi pelo.

A lo lejos, las gaviotas juegan con las pequeñas olas que hay en el puerto
intentando cazar algún que otro pececillo que les sirva de alimento.
El sol, adormilado, se deja ver entre las nubes 
cálido y suave como en las mañanas de invierno.

Presionas mi mano con uno de tus dedos
llamando mi atención,
esa que se va con cada mecer de los barcos, y yo...
Callando;
atormentada por las mil y una mariposas
que un tiempo atrás fueron orugas anidando en mi estomago
y decidieron eclosionar todas a la vez;
con miedo de que me traicionen saliendo cada vez que quiero hablar
y con ellas, todos esos pensamientos prohibidos
que llevan tu nombre y apellidos inscritos,
en los que los sentimientos van incluidos.
Con miedo de decir, o hacer algo
que corten la magia del momento pero que, queman por dentro.

Me miras, de nuevo, profundizando en mi
relajando mis nervios
y me regalas lugares sin pesadillas en los que vivir,
abrazos en las frías noches de invierno,
cuentos de batallas y sentimientos.
Un hombro en el que reír,
unos labios donde llorar.
Un mejor amigo con final feliz, 
un secreto a oscuras de lo que viví.

Un mundo contigo, aun sin estar físicamente aquí. 
Una sonrisa cálida para este día tan gris.

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